Sharpe en Waterloo by Bernard Cornwell

Sharpe en Waterloo by Bernard Cornwell

autor:Bernard Cornwell [Cornwell, Bernard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Bélico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1989-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 11

—No hace un día para jugar a criquet, ¿eh, Sharpe? —El teniente coronel Ford gritó aquel jocoso saludo, aunque su expresión no era nada cordial. El coronel, con el comandante Vine a su lado, se agachó bajo el escaso cobijo de un seto que crecía desordenadamente y que habían reforzado con tres paraguas rotos.

Sharpe se imaginó que el saludo expresaba el perdón por su usurpación del mando el día anterior. Sharpe había ordenado con brusquedad al batallón que echara a correr mientras Ford todavía estaba pensando qué hacer, pero al parecer el coronel no tenía intención de darle demasiada importancia al asunto. Vine, acurrucado junto a las raíces del seto, miró al fusilero con el ceño fruncido y unos oscuros ojos poco amistosos.

—Le iba a llevar un poco de comida a mi antigua compañía. ¿No le importa, Ford? —Sharpe todavía tenía la carne de ternera fría y el pan que Rebecque le había dado aquella mañana. No le hacía falta el permiso de Ford para hacer una visita al campamento de los Voluntarios del Príncipe de Gales, pero le pareció más educado preguntarlo, sobre todo en un día durante el cual Rebecque lo había sermoneado sobre la necesidad de tener tacto. Sharpe había mandado al teniente Doggett al pueblo de Waterloo donde se alojaban los generales, pero todavía no tenía ganas de unirse al príncipe. Prefería la compañía de su antiguo batallón.

Sharpe y Harper encontraron a los soldados de su antigua compañía ligera sentados en cuclillas alrededor de unas lamentables hogueras hechas con paja mojada y ramitas verdes que habían cogido del seto. El comandante D’Alembord estaba recogiendo las cartas de los soldados que sabían escribir y querían dejar un mensaje para sus familias por si les ocurría cualquier cosa al día siguiente.

Había empezado a llover de nuevo. Los soldados tenían frío y estaban abatidos, aunque los veteranos de la guerra de España fingían que aquello era un paraíso comparado con las terribles experiencias por las que habían pasado en sus anteriores campañas. Los novatos, que no querían parecer menos duros que los veteranos, guardaban silencio.

Los veteranos de la compañía les hicieron sitio a Sharpe y a Harper cerca del fuego; Sharpe se dio cuenta de que aquellos experimentados soldados estaban reunidos en torno a una hoguera y los recién llegados se hallaban alrededor de otras fogatas más endebles. Era como si los viejos soldados se unieran como una élite frente a la que los recién llegados tenían que medir armas, aunque incluso en los veteranos se traslucía un nerviosismo aquella noche lluviosa. Sharpe les confirmó que los prusianos habían sido derrotados, pero les juró que el ejército del mariscal Blücher se batía en retirada por caminos paralelos a aquellos que recorrían los británicos y que el mariscal había prometido salir en ayuda de Wellington con la primera luz del día.

—¿Dónde se encuentran exactamente los prusianos, señor? —quiso saber el alférez Huckfield.

—Allí. —Sharpe señaló hacia el flanco izquierdo. Los Voluntarios del Príncipe de Gales estaban situados en el lado



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